En la hora detenida
Cuando el silencio y la quietud
Depositan en el alma
La apretada sensación
De la inminencia
Y soledad y cielo se desploman
Sobre el sueño de los pájaros
Y las aguas.
En la hora calma y sosegada
Cuando el misterio se apodera
De nuestras vidas
Con sus manos blancas
Y un cobertor de nubes carmesíes
Envuelve nuestros desnudos intentos
De ser.
En el fin de los pasillos del tiempo
En el país de Dios
Donde somos espacios vacíos
Que claman como cóncavos diamantes
Con angustia de eras
Por abrir los ojos
Y nacer.
En la penumbra bellísima
Del alma
Donde la infancia guarda sus pasos
Y su confianza.
Oh, divina sencillez del juego
Sobre los ladrillos del patio
Y bajo la higuera sin preguntas…
Oh, serenos años cuando
No conocía el abandono
Ni tiritaba en el inmenso mundo
Que oscurece!
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